–Te amo –suspiró. No había palabras que valieran más que esas dos.
–Te amo aún más. Y lo sabes. Porfavor, no me lo hagas decir –corrí hacia el para estar entre sus brazos y fue ahí donde mis frágiles lágrimas cayeron, aunque fuera irritablemente estúpido llorar por todo. El solo era mi único apoyo. Mi único todo.
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